jueves, 31 de enero de 2013

La familia y la transmisión de la fe

Foto: www.ciudadredonda.org
A través del Sacramento del Matrimonio, la familias cristianas estamos llamadas a transmitir la fe a nuestros hijos. Algo que confirmamos cuando asistimos a la Iglesia pidiendo el Sacramento del Bautismo para ellos. 

Ésta no es una labor fácil, sino todo lo contrario y, en ocasiones, no somos conscientes de lo importante que es nuestra misión. Nos dejamos llevar por los miedos y las dificultades, creyendo que estamos solos en esta tarea y no es así.

Tenemos a los Santos y a la Iglesia, a nuestras comunidades parroquiales y a tanta gente que nos puede guiar en el camino...Sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor y pedir ayuda cuando la necesitamos. Buscar referentes que nos iluminen a seguir a Cristo como familia doméstica.

La transmisión de la fe en la familia a las nuevas generaciones ha sido uno de los temas que se han abordado con creciente interés en los últimos años. Existen numerosas publicaciones, artículos y libros al respecto.

De hecho, os invitamos a leer el siguiente documento: La familia y la transmisión de la fe, escrito por Juan de Dios Larrú del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, que nos ha inspirado para escribir esta entrada.

En palabras de Benedicto XVI, "la familia comprende no sólo a padres e hijos, sino también a los abuelos y antepasados. La familia se nos muestra así como una comunidad de generaciones y garante de un patrimonio de tradiciones”.

Hoy, se podría decir que la transmisión generacional de la fe está en peligro o se ha interrumpido en muchos hogares del mundo. 

Esto se ha producido por diversos motivos (en los que no nos vamos a detener hoy), pero la consecuencia es clara: la familia se ha debilitado y con ella la fe. Y al mismo tiempo, la fe debilitada ha acentuado la crisis de la familia. Todo es un círculo.

Las dificultades para transmitir la fe en familia 

Podríamos decir que son muchas y diversas las dificultades para transmitir la fe en familia, cada uno sabrá con cuáles se encuentra en su día a día, pero podríamos destacar tres con carácter general: 

  • El individualimo: Cada vez hay más familias que viven bajo el mismo techo, pero que apenas se ven, apenas se conocen. Uno de los motivos principales es la prolongada jornada laboral de sus miembros, pero hay otros muchos. Como dice Juan de Dios Larrú en su artículo, "esto ha provocado una convivencia menos intensa, con menos tiempo para estar juntos, para hablar, para realizar una vida común. El individualismo enfría el amor y debilita la vida familiar porque conduce, casi sin darnos cuenta, a vivir centrados en nosotros mismos, colocando nuestros propios deseos como único horizonte de la realidad".

  • El relativismo: La desconfianza en el conocimiento de la verdad sobre Dios y sobre las cosas divinas. A esto, según Larrú, han contribuido las dudas que las ciencias modernas, naturales e históricas han suscitado respecto a los contenidos y a los orígenes del cristianismo.
  • El emotivismo de la fe: Tiene sus orígenes en el Luteranismo y en el movimiento romántico que considera la fe como un fenómeno sentimental. Sin embargo, como dijo Juan Pablo II en su Encíclica Fides et ratio: “La fe privada de la razón, ha subrayado el sentimiento y la 
    experiencia, corriendo el riesgo de dejar de ser una propuesta universal”.



La transmisión de la fe y la comunicación del amor

Los padres son los primeros testigos de la fe ante sus hijos y los primeros que les enseñan el significado del amor.

Educar a una persona en la fe es llevarla al encuentro personal con Cristo. De tal forma que la amistad con Él se convierta en la clave interpretativa de la vida y el fin último, de sus elecciones y acciones. 

Para transmitir la fe no hace falta ir a lo complejo, sino a lo sencillo porque la fe es más sencilla de lo que pensamos. Sólo hace falta creer...(nada más y nada menos ¿verdad?). 

Nuestros hijos se quedan con el ejemplo de todo lo que hacemos y en cuestiones de fe también. Por eso, es importante no descuidar los acontecimientos cotidianos de la propia vida familiar, los pequeños pero profundos detalles, como la bendición de la mesa, las reuniones familiares, las fiestas, la celebración de cumpleaños y santos, el rezo del Rosario, las imágenes presentes en la casa, la lectura de la Sagrada Escritura, etc. 

Esto es lo que hace crecer la fe y lo que la fortalece. Y como recordaba Benedicto XVI en Valencia en año 2006: La familia cristiana transmite la fe cuando los padres enseñan a sus hijos a rezar y rezan con ellos; cuando los acercan a los sacramentos y los van introduciendo en la vida de la Iglesia; cuando todos se reúnen para leer la Biblia, iluminando la vida familiar a la luz de la fe y alabando a Dios como Padre”.

Esto hará que el niño descubra como algo “normal” en su vida que Dios es importante para sus padres. 

En palabras de Larrú, "el despertar a la fe tiene, de este modo, sus raíces vitales en la vida de fe de los padres, al verlos rezar, al escucharlos refiriéndose a Dios, a Jesús, al Evangelio… Así, en los niños se despierta el deseo de Dios, el gusto de conocerle y amarle. En el clima de la confianza, la cercanía y la amabilidad que los padres inspiran, Dios, Jesús y los santos van formando parte del mundo familiar que configura la identidad de la persona".  

Conclusión 


La educación de la fe no es una tarea exclusiva para cuando los hijos son pequeños, sino que continúa en la adolescencia, en la juventud y a lo largo de toda la vida.

En definitiva, transmitir la fe es más sencillo de lo que creemos, es amar y dejarse amar poniendo en el centro de todo, el amor del Padre, el amor de Dios.

¿Cómo transmites tú la fe a tus hijos? Anímate y compártelo con nosotros, seguro que ayudas a otras familias.


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