viernes, 4 de octubre de 2013

Cuando los pasillos se hacen estrechos...

Son muchas las ocasiones en las que mi marido y yo comentamos frases o anécdotas que nos contaron otros matrimonios en el "cursillo pre-matrimonial" al que asistimos antes de casarnos.

A medida que pasan los años, nos vamos encontrando con muchas de las situaciones que entonces nos describían aquellas parejas y decimos: ¿te acuerdas de lo que nos contó aquel matrimonio o de lo que nos dijo este otro? ¡Cuánta razón tenían!...

Hoy quiero hacer referencia a algo que entonces nos contaron y que, como a todo hijo de vecino, también nos ha pasado más de una vez (y el que diga lo contrario digamos que no dice la verdad).

"Cuando discutimos, es como si los pasillos se hicieran estrechos".

Esta expresión, que tanta gracia nos hizo en el momento que aquel hombre lo contaba (con mucho humor por cierto), me parece de lo más acertada para describir lo que sucede cuando discutimos con alguien con quien compartimos nuestro día a día y, sobre todo, cuando discutimos con nuestro marido/mujer.

Todos discutimos y nos enfadamos, de una u otra forma, con más o menos intensidad, pero todos pasamos por ello alguna vez (o muchas según el caso). 

Cuando discutes con el otro y te cruzas con él en el pasillo, no sueles tener muchas ganas de hablarle, de mirarle, ni siquiera de tocarle...y es justo entonces cuando te chocas con él y en ese momento, te das cuenta de lo estrechos que son los pasillos de vuestra casa (o al menos eso parece ¿verdad?).

Nadie dijo que la convivencia fuera fácil

La convivencia entre dos personas no es fácil y si a esa convivencia le añadimos hijos, hay días que la casa puede resultar un polvorín a punto de estallar. 

La comunicación para estos casos es fundamental pero, no nos engañemos, por mucho que hablemos, por mucho que nos queramos, por mucho que lo llevemos a la oración (que, por supuesto, hay que hacerlo) estas situaciones se van a seguir produciendo mientras vivamos porque somos humanos, débiles e imperfectos. 

Sin embargo, lo que sí que podemos hacer (una vez que haya pasado la tormenta) es ponerle un toque de humor e intentar desdramatizar la situación (como hizo la persona que nos contaba su experiencia) porque quizás la próxima vez cuando nos choquemos en el pasillo nos acordemos de esta expresión y se nos dibuje una sonrisa o quizás no...pero, al menos, podemos intentarlo ¿no te parece?

¿Os ha pasado alguna vez esto? ¿Se hacen vuestros pasillos estrechos cuando os enfadáis con alguien de vuestra familia?


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